Una tercera entrega que llega tarde, unos 25 años tarde. Acá te contamos qué tal está.
La primera vez que el mundo supo de Bill (Alex Winter) y Ted (Keanu Reeves) corría el año de 1989, una comedia ligera que narraba la historia de dos jóvenes amigos, no muy brillantes, que sin embargo son clave para la existencia y estabilidad del universo como lo conocemos, así que emprenden un viaje en el tiempo para mantener su amistad, no reprobar el año escolar y seguir con sus sueños de tocar música.
La idea algo simplona tuvo mucho éxito, generó incluso una serie animada e impulsó la carrera de ambos personajes principales, así que se lanzó una secuela en 1991, donde se pone en riesgo la estabilidad del universo como lo conocemos con la aparición de un villano y dos robots que planean suplantar a Bill y Ted, claro que ellos lo evitan, viajando en el tiempo y enfrentándose a la mismísima muerte, para terminar salvando al universo gracias a un concierto de rock donde anuncian además que ya tuvieron cada uno un hijo, obviamente: “Los pequeños Bill y Ted”.

Muchas cosas han pasado desde entonces, Bill y Ted ahora en pleno 2020 son los mismos bobos personajes, pero con esposas e hijas (un momento, ¿¡hijas!?) y pues una vez más son requeridos porque el universo está en peligro de desaparecer como lo conocemos (otra vez) y ellos son (otra vez) los únicos que pueden salvarnos, así que deciden viajar en el tiempo (otra vez) para verse a sí mismos (otra vez) y salvar al universo (otra vez).
No es que no aprecie la nostalgia, no es que me disguste que me cuenten la misma historia, no es que el entorno social haya forzado el replanteamiento del sexo de los hijos de Bill y Ted, no es que no disfrute los múltiples cameos y referencias, es solo que todo lo anterior llega tarde, muy, muy tarde.

El soporte narrativo de la historia original se encontraba en la simplicidad del guion, desafortunadamente esto ya no es suficiente para una tercera parte, a lo que hay que agregar las actuaciones más bien regulares del par de amigos, Reeves nunca se ha visto tan viejo (y quizá hasta retocado) y Winter no hace más fácil que nos traguemos el cuento de unas personalidades que funcionaron cuando ambos tenían veintitantos, a todo lo anterior tienen que agregarle las caricaturizadas (casi paródicas) interpretaciones de las hijas de cada uno, “Thea” (Brigette Lundy-Paine) y “Billie” (Samara Weaving) que no consiguen ni de cerca rememorar o siquiera “actualizar” el disparatado (e ilógico) humor de las películas que les preceden.
Muy poco sale bien en esta historia, giramos alrededor de personajes con un brillo casi nulo, así como autoreferencias para el fan service, el giro de tuerca (si se le puede llamar así) se puede oler desde muy temprano en la trama, una serie de sketches irregulares (unos más acertados que otros) que muestran lo innecesario que era que esta historia llegara a estas alturas.

Entonces ¿Es un asco?
No, el guion muestra una gran habilidad para que generaciones que jamás escucharon siquiera de las dos primeras partes entiendan rápidamente la historia y por otro lado, inunda la pantalla de referencias para aquéllos familiarizados con aquéllas películas (oficialmente del siglo pasado), por lo que es entretenida, si es que uno entra en la dinámica tonta y simple que plantea la película (y que obviamente establecieron sus antecesoras), así que si usted quiere sumergirse en la nostalgia de un producto mediano pero que fue elevado a categoría de culto, esta es una opción que disfrutará, si en cambio, no es fanático de las anteriores ni de su “estilo” de humor, ni se acerque.
No podemos no decir con tristeza que la historia, aunque bien intencionada, no se salva de los defectos de nuestro propio tiempo, que ha perjudicado ya tantas cosas en la búsqueda de una supuesta mejora social que ni siquiera una película tan inocente se salvó de sus embates, además de la decadencia propia de nuestra era, por poner un ejemplo: en la película se trata de reunir a varios músicos para componer la pieza que salvará al mundo, entre las opciones se encuentran Jimi Hendrix, Mozart o Louis Armstrong, ¿a quien aportó la época actual? a Kid Cudi, y no tengo nada en contra de Cudi, de hecho me gusta su música, pero bueno, ponerlo al nivel de los arriba mencionados. Ahora, bien pudo ser peor, es un milagro que no se les ocurriera (para ganar al mercado joven) a Maluma o a BTS.
“Bill & Ted: Face the Music” es un regalo para los fanáticos y a la vez un intento desesperado por revivir una época que no regresará, pero que tiene la posibilidad de ser exitoso con cierto público muy particular, como pueden ver, en mi caso, a pesar de que veía bastante seguido la primera y segunda parte, no lo logró, pero como siempre, ustedes tendrán la última palabra.